lunes, 24 de junio de 2013

La aldea de los pregoneros

No vivimos en la era del conocimiento, sino en la de la desinformación. En la era de la polución informativa. Cualquier individuo puede volcar en la red cualesquiera que sean sus intereses, preocupaciones o sentimientos. Sin filtro y sin control. Y en la mayoría de los casos sin interés real alguno. Y ya ni siquiera es una opción, no se puede vivir, al menos en concierto con el resto de la sociedad, sin dejar una impronta continua en el mundo digital. Facebook, Twitter, Blogger, Instagram o Hotmail, para los más clásicos, son hoy la tertulia, el periódico o la barra del bar. Pero las palabras ya no se las lleva el viento.  Hoy las palabras se tatúan en la red y se derraman alrededor de todo el mundo. Nuestros tuits de hace dos años siguen ahí, revelando nuestra ahora vergonzosa afición por ese grupo de pop tan hortera. Y nuestros posts sobre recetas de cocina, con los que nos creímos tan originales. Demasiados emisores, y demasiado pesados. El problema de la aldea global es que todos ejercen de pregoneros, nada se entiende, todo se convierte en ruido.


Imagen de Google




Tras subir las 347 fotos del último fin de semana y vomitar hasta la más mínima ocurrencia en la red queda poco tiempo para hacer de receptor. Y suele estar mal repartido. La mayoría dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo a hurgar en los desechos remotamente interesantes de nuestro entorno, o a perdernos en la inmensidad inabarcable de la red. Incluso cuando pretendemos informarnos el efecto es el mismo. Demasiada información, demasiados datos, es inevitable acabar abrumado. Pero el problema no es la nueva realidad, es la actitud que tenemos ante ella. Debemos entender que es un proceso imparable e inabarcable por lo que la única salida es educarnos en actitudes inteligentes frente al maremágnum desinformativo. Un mínimo de alfabetización digital y mediática.



Nada es tan importante o tan merecedor de atención como creemos, empezando por nosotros mismos y por las realidades ficticias que volcamos en la red. Por ello hay que adquirir competencias sobre que es pertinente decir y que es interesante escuchar. Una reeducación en ambos campos, el de emisor y el de receptor, que nos otorgue un lugar más confortable y racional en la web. No es descabellado afirmar que el mundo digital es nuestra nueva realidad, o al menos donde tiene lugar gran parte de nuestras vivencias por lo que es imprescindible una formación adecuada en este campo. La actitud ante este prometedor camino no es correr alocadamente hacia delante o negarse a andar, sino aprender a caminar con soltura para poder apreciar de forma plena el rico paisaje que nos ofrece la red de redes.

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